Sobre mi hija by Kim Hye-jin

Sobre mi hija by Kim Hye-jin

autor:Kim Hye-jin [Hye-jin, Kim]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 2017-01-01T00:00:00+00:00


* * *

La lluvia no cesa en toda la noche.

El vendaval golpea con ferocidad la ventana, amenazante, y luego atraviesa el callejón como una bala. Se abre en el cielo una larga grieta brillante que se enciende y resplandece. Se oye que alguien abre la puerta de una habitación y sale; que entra y sale del baño, de la cocina. Yo lo escucho todo acostada. Cada ruido fluye hacia mí. Todos me culparán y se burlarán de mí. Quizás hasta reciba reprimendas y castigos. ¿Con quién podría hablar sobre esto? Si mi esposo viviera, ¿estaríamos acostados lado a lado mirando el techo y tratando de llegar a una solución bien pensada y razonable? No. Mi esposo era muy sensible y podría haber matado a su hija con sus propias manos, como si nunca la hubiera tenido. Hubiera preferido fingir que nunca existió.

Al amanecer se despeja el cielo; mi hija ya no está en casa. Busco una toalla que pueda servirme de trapo en un rincón del cuarto de la lavadora, entre las cosas que usaba cuando cuidaba a mi esposo enfermo. Algunos trapos están en los estantes más altos, fuera de mi alcance. Me queda el vivo recuerdo del frío que hacía el día en que él armó los estantes y los clavó en la pared.

—¿La ayudo?

Es esa chica. No me molesto en responderle, pero ella trae una silla del comedor y se sube. Baja uno por uno los envases de plástico y las cajas que ni yo sé qué guardan. Yo me quedo de pie en la puerta.

—¿Solo saco las toallas? ¿No necesita algo más?

La chica mete la mano en el estante sin dejar de mirarme. Echo un vistazo por el desordenado cuarto y termino diciendo aquello que había guardado dentro de mí. Las palabras brotan sin orden ni concierto, dejo que fluyan libremente llenas de ira, dejo que estallen en fogonazos de odio, resentimiento y desprecio. Ella sigue sobre la silla sacando las toallas y volviendo a poner los recipientes y las cajas en su lugar. En este momento siento el impulso de derribar la silla y echar a esta chica de mi casa. Quiero tomarla por el pelo, pisotearle la cara y asegurarme de que ni siquiera se atreva a acercarse de nuevo a mi hija o a esta casa. No, más bien quiero matarla, quiero hacer que ella, la fuente de tanto sufrimiento, dolor y miseria, desaparezca para siempre.

Las palabras que le he escupido me persiguen el resto del día. Algunas vuelven hacia mí como un bumerán mientras salgo de casa, tomo el autobús y llego al hospital. El corazón me tiembla todo el tiempo, como si algo me hubiera golpeado.

—Pero ¿qué es esto?

Esa noche la enfermera de guardia me encuentra en la lavandería y me grita mientras abre la lavadora. Ella hace como si fuera una casualidad, pero debe de haberme delatado la esposa del profesor o alguien más.

—Es una toalla. La traje de casa porque me estoy quedando sin pañales.

La enfermera me lanza una mirada fría.



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